miércoles, 3 de agosto de 2011

El gato-hombre.

Anoche tenía trabajo. No trabajo de cobrar sino trabajo en mi casa y cuando terminé decidí salir al balcón a tomar un poco el aire y descansar. Me gusta hacerlo de vez en cuando. Era una noche tranquila, con poca luz ya que hace nada ha habido luna nueva y las farolas de mi calle son al estilo antiguo y no alumbran mucho. Eso me gusta.
Todo era tan normal... La gente paseando a sus perros, un matrimonio que venia de una boda y hablaban de ello, alguien que salía a tirar la basura...
Y entonces, por una de las esquinas apareció un gato negro, tan negro como la noche, precioso...
Me quedé mirando como caminaba, despacio, sin ninguna prisa y con una elegancia
de movimientos que nunca había visto en un gato callejero. Iba paseándose por la acera de enfrente de mi balcón, pasando por detrás de los coches como si fuera una persona mas. Miraba al frente como si no le importara el resto del mundo. Pensé que seria bonito poder ser un gato, o al menos ser como ellos. Decidí entonces observarle hasta que desapareciera por alguna calle y entonces el gato cambió. Se paro de repente y giró su cabeza para mirarme directamente a mi. Sus ojos brillaron por el efecto de la luz. Brillaban como si fueran de plata cristalizada o algo así, no se como definirlo. Tampoco sé como expresar lo que sentí con aquella mirada. Se giro directamente hacia mí, como si supiera desde el principio que lo estaba mirando y se quedó allí un buen rato, mirándome.
Yo no era capaz de apartar la mirada de aquel ser que me había hipnotizado por completo. Tanta belleza en un solo animal era abrumante...
Pasado el rato, el animal cerro los ojos, agachó la cabeza y las patas delanteras en mi dirección y se marchó por su camino de antes como si nada...
Me quedé helada pero con una sensación de tranquilidad indescriptible.

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