miércoles, 28 de septiembre de 2011

Intentando soñar...

Abro los ojos después de lo que me ha parecido un parpadeo y veo que estoy mirando mis propias manos. Pero no son manos normales sino manos huesudas y alargadas y con uñas negras afiladas. Visto con una túnica negra que me hace pensar en un disfraz de muerte, pero comprendo al momento que no es un disfraz lo que llevo.

Alzo la mirada y veo que estoy en el interior de un edificio, en las escaleras y veo un niño pequeño jugando a perseguir a otro. El niño me ve y me reconoce. Veo como viene hacia mí y me dice: Por fin has llegado, estaba esperando, mi amigo está ahí arriba. Corre, ves a por él.

Pero sonrío y le digo: Lo sé, pero he venido a por ti. Aunque primero deberás dar tres vueltas.

Observo como el niño se asusta y me mira con miedo. Entonces se pone a correr escaleras arriba y yo le sigo sin mucha prisa pero sin alejarme de él, como quien juega con un insecto. De repente estamos ambos de nuevo abajo del todo de las mismas escaleras. Noto que él está cansado, pero sonrío y le digo: Muy bien, ya has dado una vuelta, te quedan dos pero ahora soy más rápida.

El niño me mira con terror y corre aún más que antes hacia arriba. Yo le sigo más de cerca, casi rozándole pero noto como algo me coge de las ropas. Me giro sin dejar de subir y veo que es un hombre que llora intentando hacer que pare lo que estoy haciendo, pero me lo quito de encima de un manotazo y continúo subiendo tras el niño. Y de nuevo abajo del todo. Él, agotado y temblando, me mira como suplicando. Pero yo sonrío y le digo: Ya llevas dos, te queda una pero ahora soy mucho más ligera y casi puedo volar.

El niño ya ha comenzado a subir corriendo como nunca huyendo de mí. Subimos y subimos escalones y entre gritos y lágrimas llegamos a una azotea por la que él ve que no tiene salida. Entonces se para delante de mí y me dice jadeando: Te he ganado, he dado las tres vueltas y he llegado antes que tú hasta aquí, no puedes hacerme nada.

Mas yo sonrío al escuchar sus palabras y le contesto: Nunca dije que si llegabas antes que yo no te fuera a matar.

Y deleitándome con el placer que me produce ver el pánico en su rostro y su expresión de suplica, me voy acercando a él lentamente, alzo mis blancas y demacradas manos y con un ligero gesto me llevo su vida mientras todo alrededor se vuelve negro y oscuro como el cielo de esa misma noche…