¿Llorando? Ahora sí que
estaba confundida de verdad. Intenté apartarme ligeramente de él
para verle la cara y comprobar si realmente lloraba, pero su abrazo
era fuerte y no me dejó. Mis emociones iban de un extremo a otro, no
sabía como sentirme, no sabía si debía abrazarle yo a él también.
Solo le había abrazado
una vez, poco después de conocernos, antes de ser... suya. Y tampoco
había sido nada especial, hacía muy poco que nos conocíamos, desde
aquel día en lo que antes era mi casa y...
De repente salgo de mis
pensamientos. Él había interrumpido bruscamente el abrazo y se
había marchado rápidamente a la cocina, vistiéndose por el camino,
sin darme tiempo a verle la cara.
Me quedé allí en el
suelo, desnuda. Busqué algo para taparme un poco mientras escuchaba
como él se servía un vaso de agua, no bebía otra cosa. Encontré
una de sus camisas y dudé en ponérmela por si se molestaba, pero
me sentía realmente incómoda sin ropa en ese momento, así que me
la puse. Me quedaba grande, muy grande, lo cual era perfecto ya que
no había más ropa por allí cerca.
Me incorporé con algo de
dificultad por el dolor, apoyándome en los muebles cuando de repente
escucho un sonido de cristales rotos. Me acerqué lo más rápido que
pude a la cocina y le encontré apoyado en el fregadero, con una mano
ensangrentada. Voy a su lado deprisa.
_Amo... - Susurro.
Comencé a limpiarle la
mano con mi lengua, mojando con mi saliva cada pequeña herida. Sabía
que le gusta. Él me observaba muy serio, analizándome con sus ojos
marrones perfectos. Bajé la mirada a causa de la vergüenza. ¿Que
era lo que pensaba?
_ Voy a por vendas – Le
dije mientras me giraba para ir al botiquín del baño. Pero él me
retuvo con la otra mano, haciendo que me girara de nuevo.
_ Mírame – Me dijo y yo
obedecí. - Sabes que eres de mi propiedad, ¿Verdad? - su tono era
muy autoritario, pero había algo que se me escapaba.
Asentí débilmente con la
cabeza sin dejar de mirarle. Al parecer no había notado que llevaba
puesta su camisa.
_ Por supuesto que soy
tuya amo, yo misma lo decidí. - Me atrevo a decirle.
_ Y sabes que aunque tu lo
decidieras nunca podrás decidir lo contrario, ¿Verdad?
_ Lo se amo. Lo sabía
antes de decir que sí.
Y era verdad. Yo, que
siempre había buscado una relación de las bonitas, con un novio que
me pidiera salir con una flor en la mano o alguna tontería de
esas... Yo, que quería cenas con velas y paseos nocturnos por la
playa... Yo, que termino, sin entender como, siendo la esclava del
hombre más atractivo y cruel, del que todavía no comprendo nada...
Y yo, que pese a todo no
me arrepiento.
_ Bien – Dice cogiéndome
la cara con ambas manos y besándome en la frente – Que no se te
olvide nunca.
Y eso sí que era una
orden.
CONTINUARÁ...